Época: Renacimiento4
Inicio: Año 1400
Fin: Año 1500

Antecedente:
La ciudad

(C) Victor Nieto y Alicia Cámara



Comentario

Aunque en algunos casos fue la propia arquitectura la que condicionó un cambio urbano, como ocurrió en Florencia, donde la regularidad arquitectónica deseada en los nuevos palacios obligó a que muchos se construyeran en zonas nuevas de la ciudad, hubo también proyectos urbanos que como tales fueron llevados a la práctica.
Uno de los más interesantes fue el de Pienza, que se llamaba Corsignano hasta que Eneas Silvio Piccolomini -que alcanzó el papado con el nombre de Pío II- visitó ese que era su lugar natal en 1459 y decidió transformarlo. Su deseo fue "edificare in questo luogo una nuova chiesa e il palazzo per lasciare ricordo più duraturo possibile della sua origine", es decir que concebía la arquitectura como un instrumento para la memoria histórica de la propia existencia. Por eso lo llamó Pienza, en homenaje a sí mismo. La tipología urbana de palacio/plaza/iglesia, que ya citamos al hablar de Brunelleschi, encuentra aquí una soberbia plasmación práctica. Las obras se iniciaron en 1462 y en el conjunto urbano construido se reflejan tanto las teorías de Alberti, que fue el asesor, como el refinamiento cultural de Pío II, aunque el arquitecto que lo llevó a cabo fue Bernardo Rossellino, que había trabajado anteriormente al lado de Alberti en diversas obras.

Veamos de qué manera se plasmó aquí esa concepción albertiana de la arquitectura y el urbanismo. Por lo que se refiere a la catedral, la fachada en forma de arco triunfal recuerda a los templos antiguos y el interior, a pesar de sus componentes goticistas, sigue los principios establecidos por Alberti en cuanto a la decoración, pues las paredes son blancas y sin pinturas al fresco. Pío II se ocupó incluso de prohibir que se hicieran pinturas, o capillas o altares, o que se introdujera cualquier elemento que cambiara la forma de la iglesia en el futuro.

En cuanto al palacio, ha sido señalado que es aquí, más que en el palacio Rucellai, donde se puede ver plasmada la concepción del palacio en Alberti, por ser éste una creación que no tuvo que atender a nada preexistente. La loggia de este palacio Piccolomini en la parte que da hacia el campo lo convierte en un híbrido de palacio urbano y villa, estableciendo una enriquecedora relación entre la ciudad y el campo. Todo el conjunto en realidad busca ese nexo y es un episodio urbano ligado a un territorio que se puede contemplar desde una plaza que se abre a la naturaleza por ambos lados de la catedral.

El hecho de que se proyectara otra plaza distinta para mercado nos remite también a las ideas albertianas sobre la ciudad. En ese mismo sentido también, se ha señalado que la visión que se tiene del palacio Piccolomini y del palacio episcopal, situado enfrente, cuando se accede a la plaza, es una visión sesgada, que recuerda la belleza y pintoresquismo que Alberti atribuía a los trazados curvos de las calles en los lugares pequeños. Para potenciar el desarrollo de esta ciudad Pío II la convirtió en sede episcopal en 1462, pero con su muerte cesaron las obras, y la ciudad se detuvo en el tiempo.

El caso de Ferrara es un buen ejemplo de cómo transformar una ciudad y del papel que el príncipe tuvo en esos procesos. De 1490-91 data el proyecto para Ferrara de la llamada Addizione Erculea. El nombre se debe a que el promotor de la obra fue Ercole I d'Este, que contó para llevarla a cabo con el arquitecto Biagio Rossetti. El deseo de promover el crecimiento demográfico de la ciudad, que se identificaba con el poder de los Este, llevó a proyectar un nuevo recinto amurallado que ampliara la ciudad. En esa nueva zona las calles se proyectaron con la anchura suficiente como para permitir una zona de peatones y otra de carruajes, con lo cual es una de las primeras ciudades en las que desde su misma concepción se plantea el problema de la circulación. Lo que hizo de Ferrara también un ejemplo urbano de primer orden y una de las renovaciones urbanas más interesantes del Quattrocento fue el hecho de que la plaza nueva se integrara en el trazado preexistente, produciéndose así una completa renovación de toda la ciudad al integrar lo nuevo y lo viejo.

El tercer ejemplo de intervención urbana que vamos a poner se debe también a la voluntad de un príncipe. De alguna manera, tal como ha dicho Lavedan, un urbanismo regular se puede convertir en expresión del poder de un príncipe que controla una ciudad. En el caso de la plaza ducal de Vigevano, en Lombardía, ésta fue transformada por decisión de Ludovico el Moro a fines del Quattrocento. Los derribos de casas para construir la nueva plaza se iniciaron en 1492. Es una plaza porticada, al igual que los foros de la Antigüedad y al igual que las propuestas por los tratadistas. Aunque quien la realizó fue Ambrogio da Corte, el proyecto ha sido atribuido tanto a Filarete como a Leonardo y a Bramante, siendo por este último por el que se inclinan la mayoría de los historiadores. La relación con Filarete por ejemplo se ha establecido basándose no sólo en que en su tratado las plazas tenían pórticos, sino también en el hecho de que la torre del castillo recuerda a las propuestas para Sforzinda.

De nuevo aquí aparece la plaza como el elemento de cohesión entre palacio e iglesia. En su origen, además, en la zona de la torre, que era por donde se entraba al palacio ducal, los pórticos se interrumpían para dejar penetrar en la plaza la rampa y escalera por las que se accedía al castillo. Enfrente de esa entrada una calle desembocaba en la plaza y, frente de la iglesia -situada en el lado menor de la plaza-, también entraba otra calle, con lo cual dos ejes de circulación relacionaban la ciudad con los edificios representativos de los dos poderes que en la plaza tenían un escenario. Esto permaneció así hasta el siglo XVII, cuando se demolió la rampa, se dio continuidad en esa zona a los pórticos y se construyó la fachada de la catedral. A pesar de esas transformaciones, sigue siendo un ejemplo de primer orden para conocer la cultura urbanística del Quattrocento.

Mientras tanto, la que en el XVI se iba a convertir en modelo urbano de validez universal seguía sin ser objeto de grandes transformaciones, porque en Roma, hasta mediados del XV, durante el pontificado de Nicolás V (1447-55) no se comenzó a formular la idea de Renovatio, aunque ya en el siglo XIV Cola di Rienzo y Petrarca coincidieran en esa idea, con Roma como "caput mundi" después del regreso de la sede papal a Roma en 1377. Fue con Nicolás V, quizá inspirado por Alberti, que escribió "Descriptio Urbis Romae", con quien la grandeza de la Roma antigua se empezó a considerar el modelo de la grandeza presente. Así que fue entonces cuando el componente ideológico influyó en obras como la restauración de edificios antiguos. A pesar de que la obra de Pablo II -sobre todo el palacio Venecia- en Roma tiene gran interés por plantearse una expansión de la ciudad, fue durante el pontificado de Sixto IV (1471-84) cuando la relación entre la grandeza presente y la de la antigua Roma se convirtió en motor de las actuaciones de este papa sobre la ciudad. La funcionalidad que buscó con sus reformas -puente, iglesias...- marca una nueva era que no se limita a admirar las ruinas, sino que busca crear una nueva Roma parangonable a la antigua. Los aspectos simbólicos de algunas de sus empresas artísticas -como los referentes al modelo del templo de Salomón en la Capilla Sixtina- lo convierten en predecesor de lo que a comienzos del XVI hará el papa Julio II en la "Roma triunfans", modelo de ciudad para el orbe católico durante bastante tiempo.